Prensa Salón Paraíso


La Nación
por Laura Ventura

Una gran comedia con jóvenes intérpretes

Nuestra opinión: Buena
Teatro dentro del teatro. El espectador asiste al camarín de una sala de Boedo donde un grupo de actores se prepara para interpretar una obra un tanto cursi sobre una pasión arrolladora en el contexto de un cementerio. Esta última trama no es la que importa, sino la de la compañía de teatro independiente que debe lidiar con las malas instalaciones (las mismas del Salón Paraíso que resalta el título), el escaso presupuesto, la torpeza de una inexperta actriz y un público poco asiduo al teatro y sus convenciones y decoro (los miembros de un centro de jubilados). En esta línea se vincula con la genial Estado de ira, de Ciro Zorzoli, donde los hilos del montaje, los ensayos y aquello que ocurre fuera de la ficción es más interesante que lo que se pretende representar.
Salón Paraíso es un semillero de artistas, la generación más joven del teatro argentino se luce y entretiene a carcajadas en este espectáculo. En realidad, estos intérpretes ya florecieron y dan lo mejor de sí, pero dentro algunos años estos nombres hoy desconocidos serán premiados y destacados. Sería injusto realzar la labor de alguno en particular, ya que todos tienen su momento de lucimiento, su espacio para seducir con humor a la audiencia. Lucía Meira, Lucía Cisneros, Antonia Ruggeri, Nagore Aznarez, Carlo Castellana, Julián Bocian, Francisco Longo, Camila Grigera y Agostina Ebbro Conti impregnan toda su frescura y vitalidad en esta obra.
La escenografía de Miguel Nigro, sumada a la iluminación de Mili Chain, permite construir distintos planos y trasladar al espectador de carne y hueso a algunos fragmentos de la obra que se representa frente a los ancianos, cada vez más monstruosos.
Deby Wachtel, gran docente de teatro especializada en el segmento adolescente, comanda esta propuesta desopilante, una comedia en estado puro. Sus virtudes son múltiples, desde su ojo clínico para detectar y formar talentos, su habilidad para escribir textos con humor inteligente donde nadie queda afuera, y una exploración que plantea e indaga sobre el arte de crear.


Resumen Latinoamericano
por Laura Amestoy

No es fácil lograr a nivel teatral o cinematográfico introducirse en el rubro comedia, apelar al humor y la ironía, y a la vez salir bien parado. En general, no son abundantes los productos culturales en ese sentido que no se vean tentados a apelar a la chabacanería o intentar inducir a la risa fácil y forzada para lograr objetivos efímeros. Por ello, cuando esta cronista se topa con una obra teatral como  “Salón Paraíso”, recién estrenada en Buenos Aires, la sensación que aparece es similar a una brisa de frescura en épocas de agobiante calor.
Con idea y dirección de Deby Wachtel y Matías López Barrios, nueve jóvenes actrices y actores se encargan de hacer reír sin más preámbulo que el que marca el comienzo de la función. Varios de ellas y ellos ya abordaron el escenario un año atrás, con indudable éxito, interpretando “Siberia”, dirigida también por Wachtel, quien es francamente brillante a la hora de cargarle pilas a esto del teatro de humor.
Enfocada en el imaginario de contar las mil peripecias de un grupo teatral idéntico a ellos mismos, que deben lidiar con un público de vejetes adheridos al PAMI, “Salón Paraíso”, recorre los escollos, imprevistos y mágicas soluciones que se viven tras bambalinas a la hora de encarar una obra teatral de ese calibre. A veces, los chicos y chicas comandados por Wachtel, apelan a expresarse en clave de tragedia,  y otras, la mayor parte del tiempo, salvan lo anterior con salidas ocurrentes que provocan un claro impacto humorístico en el público.
Resultan impagables los momentos en que la compañía teatral de ficción (humilde en recursos económicos y llena de historias que agobian a sus integrantes) tienen que “prepararse” para abordar el comportamiento poco acostumbrado a este tipo de funciones por parte de los jubilados y jubiladas para los que deben actuar. Allí sí, cada uno de los intérpretes reales dejan muy bien parada a su directora, dando rienda suelta a hilarantes muestras de actuación.

Al borde de la desesperación por el griterío y las salidas de tono de la flor y nata de la ancianidad, sobreviene un final inesperado (como debe ser) y la vocación teatral del esperpéntico mundo afrontado por la obra se salva de cara al futuro.
Con la correcta asistencia de dirección de López Barrios y Catalina Napolitano, más una original escenografía a cargo de Miguel Nigro, “Salón Paraíso” consagra nuevamente el trabajo de equipo y ayuda a consolidar la vocación actoral de un compacto, inteligente y muy juvenil equipo.